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EL-FUTURO-DE-LA-GASOLINA

Los motores de combustión interna que funcionan con gasolina y Diesel están presentes en nuestra sociedad como una solución al transporte en todos sus ámbitos y sectores. Esta solución, sin embargo, no está exenta de inconvenientes como son las emisiones de C02 y que afectan directamente al cambio climático. Muchas voces son las que exigen una transición del futuro de la gasolina a modelos de propulsión con emisiones neutras y, aunque es una solución ideal, aun necesita de ciertos cambios a nivel estructural para poder llevarse a cabo.

En este artículo vamos a dar forma a una pregunta que se está formulando una gran parte de la sociedad y es: ¿es posible que los combustibles fósiles tengan los años contados?

El futuro de la gasolina y los combustibles fósiles

La respuesta rápida es que no, a la gasolina no le quedan los días contados. Los combustibles fósiles comprenden el 80% de la demanda actual de energía primaria a nivel mundial y este sistema energético es la fuente de aproximadamente dos tercios de las emisiones globales de CO2.

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Es prácticamente imposible pasar de un sistema establecido a uno completamente nuevo de energía limpia de la noche a la mañana por lo que no veremos en los próximos años como toda la infraestructura que soporta este modelo energético se ve reemplazada por sistemas de propulsión energéticos basados en electricidad limpia. Pero esto no significa que no lo llegaremos a ver en un futuro.

A día de hoy, ya se están dando pasos que nos acercan más a unas carreteras de emisión neutra de C02. A nivel europeo, se están realizando procesos de electrificación del mercado del automóvil y de descarbonización de la industria del automóvil. Son muchas empresas como Mercedes Benz las que ya han paralizado investigaciones en nuevos motores de combustión basados en combustibles fósiles si bien no han detenido la fabricación de los modelos ya creados.

Esto nos lleva al modelo de transición energética y al futuro de la gasolina.

Hacia un transporte sin emisiones

La sustitución de los motores actuales por motores eléctricos con menos emisiones de C02 ya se está dando tanto en vehículos ligeros como pesados . Tturismos, motocicletas, camiones y maquinaria industrial ligera. Es en el sector del transporte donde las innovaciones llegarán más tarde debido a la necesidad de investigar en baterías con mayor rendimiento. El almacenamiento energético sin cargar con un mayor peso el tonelaje ya de por si elevado de los vehículos de transporte sigue siendo la principal problemática.

Así mismo, se deben crear infraestructuras que apoyen la carga de estos nuevos vehículos que sustituirán de forma paulatina las actuales gasolineras. Es aquí donde entran los últimos modelos de motores diésel, gasolina e híbridos.  Desde la propia Asociación de Fabricantes Europeos de Automóviles (ACEA), consideran a los actuales y más modernos motores diésel y gasolina como una solución muy viable y como paso intermedio a la movilidad del futuro.

¿Podemos poner una fecha?

En este caso la respuesta es más ambigua: depende. Y depende enormemente de la inversión que realicen los diferentes gobiernos y como estos afecten a las empresas privadas. En el caso de los vehículos personales podríamos estar hablando de 2035. Tal y como establece un documento interno de la Comisión Europea, se propone que todos los automóviles nuevos vendidos a partir de 2035 tengan “cero emisiones”. Todo como parte de un plan económico con objetivos climáticos mucho más ambiciosos.

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¿Esto significa que dejaremos de ver coches de combustión en 2035? No realmente. Lo cierto es que se refiere a la venta de este tipo de vehículos, por lo que tendremos que esperar al menos otros 20 años para poder ver solo coches eléctricos en las calles.

Lo que se plantea en este documento es el adelanto de la reducción de emisiones en todo el territorio europeo. Pretenden presionar a los países integrantes a invertir de forma fuerte y continuada en la creación de infraestructura en sus carreteras y calles, dotando de una completa y suficiente red de carga para los vehículos eléctricos. 

En los documentos internos de la Comisión Europea, se insta a los diferentes gobiernos nacionales de la necesidad de instalar al menos un punto de carga para vehículos eléctricos cada 60 kilómetros en carreteras principales. En el caso de los automóviles eléctricos con pila de combustible de hidrógeno, las “hidrogeneras” (o puntos para repostar hidrógeno) deberían situarse cada 150 kilómetros.

Un planteamiento ambicioso

Si bien es cierto que la propuesta de la Comisión Europea es ambiciosa, se están realizando estas medidas con previsiones hasta 2050, lo que implica que los cambios deben hacerse poco a poco, sí, pero empezar ya. Es evidente que no es posible modificar el sistema actual de transporte por carretera en poco tiempo.

La transición energética debe estar marcada por pasos que, de una forma u otra, no afecten a la economía europea como un palazo en la cara. Estos modelos deben ser implantados tanto desde las empresas privadas como de los propios gobiernos. Será primordial asegurar que el salto energético no impida el correcto funcionamiento y abastecimiento de materias primas, alimentos, recursos y transporte.

Cuestiones políticas

Además de todo esto, hay que sumar las cuestiones políticas que actualmente están sacudiendo los cimientos de la civilización desarrollada, como es el caso de la guerra Rusia-Ucrania. Los países de la Unión Europea se han dado cuenta de la fuerte dependencia energética que los científicos llevan tiempo señalando. Esto ha servido para que sea la propia Unión Europea la que empiece a impulsar el desarrollo energético alternativo, como es el caso de Bélgica y sus «islas energéticas». Un proyecto que pretende construir a 40 kilómetros de su costa y que tendría 281 kilómetros cuadrados de superficie y sólo con energía eólica sería capaz de producir 2,1 gigawatios de electricidad. Lo mismo que producen dos reactores nucleares de última generación.

Europa pretende convertirse en el primer continente del mundo con cero emisiones netas para 2050, lo que requerirá una revisión completa y drástica de todos los sectores de la economía. Con una vista muy puesta en el transporte y la industria, los que presentan un número mayor de desafíos. En cualquier caso, podemos estar seguros de que en lo que al futuro de la gasolina y los combustibles fósiles depende, aun les quedan unos años más.